Desmantelando la red del terror: Así cayó el velo sobre “Pequeño J”, el narco peruano detrás del triple femicidio de Florencio Varela
Publicado: 27-09-2025
En un giro que acelera la caza del hombre más buscado del conurbano bonaerense, las autoridades argentinas han identificado por completo a Tony Janzen Valverde Victoriano, el infame “Pequeño J”, un joven narcotraficante peruano de apenas 20 años acusado de orquestar el brutal triple femicidio que conmocionó a Florencio Varela. El velo de misterio se levantó el viernes pasado a medianoche, revelando no solo su identidad, sino un prontuario criminal que lo pinta como un delincuente de peso en su tierra natal. Hoy, con una alerta roja de Interpol y una orden de captura internacional sobre su cabeza, “Pequeño J” sigue prófugo, pero las pistas recolectadas por la Policía Bonaerense y la fiscalía lo acorralan cada vez más.
El caso, que estalló en la madrugada del 20 de septiembre, dejó un saldo trágico: las vidas de Brenda, Morena y Lara, tres mujeres asesinadas en un acto de violencia que las autoridades vinculan directamente al mundo del narcotráfico. El fiscal Adrián Arribas, de la UFI de Homicidios de La Matanza, junto a la flamante interventora Lorena Pecorelli, no escatimaron esfuerzos para unir las piezas de este rompecabezas macabro. “Pequeño J” no era un fantasma; era un operador clave en una red transnacional de drogas, y su rastro lo delata.
El rompecabezas de la identificación: De las sombras a la luz
La clave para desenmascarar a Valverde Victoriano surgió de múltiples frentes. Inicialmente, los cuatro detenidos en el caso –incluyendo al peruano Miguel Ángel Villanueva Silva, quien facilitó el asentamiento ilegal de “Pequeño J” en Argentina– se negaron a declarar, guardando un silencio que olía a lealtad criminal. Pero un testigo clave rompió el muro: proporcionó datos precisos sobre el prófugo, incluyendo su último número de teléfono.
La triangulación de antenas celulares hizo el resto. Los registros mostraron que “Pequeño J” se reunió con su presunto lugarteniente, Matías Ozorio –también prófugo y con alerta roja de Interpol–, tanto antes como después del crimen. Ozorio, señalado como el ejecutor directo de las órdenes de Valverde, habría estado en el lugar de los hechos, garantizando que el plan se cumpliera con precisión letal. “Era el cerebro y el brazo armado de esta barbarie”, confidenció una fuente cercana a la investigación.
Un refugio en La Matanza: La pistola, la sangre y los secretos
Con el teléfono en mano, la DDI de La Matanza irrumpió en el último aguantadero de “Pequeño J”: una modesta vivienda en Isidro Casanova, en el corazón de La Matanza. El allanamiento, ejecutado con sigilo quirúrgico, desenterró pruebas incriminatorias. Entre los objetos secuestrados: documentación falsa que confirmaba su entrada irregular al país, una pistola calibre .40 –posible arma del crimen– y, lo más escalofriante, un pantalón con manchas de sangre. Los peritos forenses ya trabajan en analizar si esas huellas rojizas pertenecen a las víctimas, un detalle que podría sellar el destino del narco si es capturado.
La Policía Bonaerense no se detuvo allí. En un operativo paralelo, allanaron Villa Zavaleta bajo la sospecha de que “Pequeño J” cuenta con familiares que lo protegen en las sombras. “Creemos que su red de apoyo es más amplia de lo que pensábamos; entró ilegalmente y se movió como pez en el agua”, explicó un oficial involucrado, que prefirió el anonimato.
Del Perú con antecedentes: Un “pesado” que cruzó fronteras
La conexión con Perú selló el perfil del fugitivo. Contactos con las autoridades limeñas revelaron un prontuario que no deja dudas: Valverde Victoriano es un delincuente “bastante pesado” en su departamento natal de La Libertad, al noroeste del país. Robos, extorsiones y vínculos con carteles menores lo marcaron desde joven, aunque ni él ni Villanueva –detenido en un hotel alojamiento a inicios de semana– figuran en expedientes argentinos por tráfico de estupefacientes. Su apellido no aparece en fallos judiciales locales, lo que sugiere que operaba en la periferia del radar oficial hasta este crimen.
“Al parecer, ya era bastante pesado allá”, comentó una fuente del caso, resumiendo el terror que este joven de 20 años ya sembraba en su patria antes de aterrizar en Argentina sin parientes directos con estatus migratorio legal.
¿Hacia dónde va la cacería?
Mientras “Pequeño J” y Ozorio evaporan sus huellas en el vasto conurbano, la Justicia acelera los engranajes. La Interpol ha emitido las alertas rojas, y los cuatro detenidos enfrentan cargos que podrían quebrar su silencio. El triple femicidio no es solo un hecho aislado; es la punta del iceberg de una red que cruza los Andes, traficando muerte y drogas.
Para las familias de Brenda, Morena y Lara, cada día sin respuestas es una herida abierta. Pero con pistas como esa pistola y ese pantalón manchado, la balanza de la justicia parece inclinarse. “Pequeño J” puede correr, pero el cerco se cierra. La pregunta ahora es: ¿cuánto tiempo más durará su ilusión de impunidad?