El dolor inconmensurable de una madre: La carta de despedida de Débora Bulacio, víctima de femicidio en Necochea
Publicado: 12-11-2025

En un país que aún lucha contra la sombra de la violencia de género, la voz de María Luisa Del Valle resuena como un grito de amor y justicia. La madre de Débora Bulacio, la joven de 32 años brutalmente asesinada por su pareja en esta costera ciudad bonaerense, publicó una carta en redes sociales que ha conmovido a miles. El texto, cargado de ternura y rabia contenida, se transforma en un testimonio desgarrador de pérdida y en un llamado imperioso a no olvidar.
Débora Bulacio desapareció el pasado 5 de noviembre, en circunstancias que rápidamente apuntaron a un crimen pasional. Su cuerpo fue hallado dos días después en el Lago de los Cisnes, un lugar emblemático de Necochea que ahora guarda el peso de una tragedia. La principal sospechosa es su pareja, Ángel Gutiérrez, un hombre de 45 años detenido en las primeras horas de la investigación. La Justicia le dictó prisión preventiva, acusándolo de homicidio agravado por el vínculo y por violencia de género. Las pericias iniciales revelan signos de asfixia y golpes en el cuerpo de la víctima, detalles que agravan el horror de este femicidio, el número 58 en Argentina en lo que va del año según el Registro Nacional de Femicidios.
María Luisa Del Valle, una mujer de rostro endurecido por el duelo pero con la fuerza de quien ha perdido demasiado, eligió las palabras como arma para despedir a su hija. En su perfil de Facebook, donde miles de vecinos y desconocidos han dejado mensajes de solidaridad, escribió una misiva que trasciende el lamento personal para convertirse en un himno colectivo contra la impunidad. «Toco tu cuerpo, no tu alma. Sos libre, vuela alto, hasta los brazos de nuestro creador. Te amamos», inicia el texto, evocando la imagen de una madre que acaricia por última vez lo que queda de su hija, mientras su espíritu se eleva.
La carta no solo es un adiós; es un recuento de la luz que Débora irradiaba en vida. «Queda en nosotros todo tu amor, tus sonrisas, tus ganas de siempre ayudar a los demás, tu disponibilidad para quien necesitara un oído, un abrazo, un te amo», prosigue Del Valle. Débora, conocida en Necochea por su calidez y su rol como madre y amiga incondicional, había enfrentado pérdidas devastadoras en los últimos años: la muerte de su bebé no nacido y, poco después, la de su hermana mayor. En su escrito, la madre imagina un reencuentro celestial: «Dámaris Débora, te reuniste con tu bebé que te esperaba allí arriba, y te encontraste con tu hermanita mayor, seguro que ya estás abrazándolos, diciéndoles te amo».
Pero entre las líneas de consuelo familiar, late una promesa de batalla. «Hasta que nos volvamos a abrazar, mientras viva guerrearemos por ti. Se hará justicia, te lo prometo, porque la justicia celestial y la terrenal se unieron», afirma con determinación. Y cierra con una metáfora que ilumina la oscuridad del crimen: «Te quisieron ocultar, pero se olvidaron o se olvidó que eres LUZ, y en las tinieblas la LUZ resplandece». En publicaciones posteriores, Del Valle no escatima en acusaciones: llama «asesino» a Gutiérrez y exige justicia plena, un eco de las manifestaciones que se multiplican en las calles de Necochea y Buenos Aires.
Este femicidio no es un caso aislado. En Necochea, una ciudad de playas y sueños veraniegos, la violencia machista ha cobrado vidas con crudeza alarmante. Según datos de la Comisión Provincial por la Memoria, la región sur de Buenos Aires registra un aumento del 20% en denuncias de violencia de género en 2025. La muerte de Débora se suma a una lista interminable, recordándonos que las leyes como la 26.485 contra la violencia familiar, aunque vigentes, fallan en prevenir lo irreparable. Activistas locales ya organizan vigilias y marchas, con el pañuelo violeta ondeando como símbolo de resistencia.
Mientras la investigación avanza –con allanamientos en la vivienda de la pareja y testimonios de vecinos que oyeron gritos la noche del crimen–, la carta de María Luisa se viraliza. Es leída no solo como duelo, sino como catalizador. En un país donde una mujer muere cada 30 horas por razones de género, este texto nos obliga a mirar de frente el abismo: ¿cuántas luces más tendremos que ver apagarse antes de que la justicia no sea solo una promesa?
Débora Bulacio ya no está, pero su madre nos recuerda que su esencia persiste. En cada abrazo compartido, en cada grito por justicia, ella resplandece. Y mientras tanto, la nación entera debe unirse a esa guerra que Del Valle juró pelear: por Débora, por todas.