El fin de una búsqueda de 41 años: hallan los restos de Diego Fernández Lima en Coghlan
Publicado: 09-08-2025
Tras más de cuatro décadas de incertidumbre y dolor, la familia de Diego Fernández Lima encontró un cierre, aunque desgarrador, con la identificación de sus restos en el patio de un chalet en el barrio porteño de Coghlan. Diego, un adolescente de 16 años desaparecido en 1984, fue hallado el pasado 20 de mayo en un terreno lindero a una casa donde alguna vez vivió el reconocido músico Gustavo Cerati. La investigación, que destapó un caso de homicidio con intento de descuartizamiento, reavivó heridas y abrió interrogantes sobre un crimen que, por el tiempo transcurrido, ya prescribió.
Una desaparición que marcó a una familia
Diego Fernández Lima tenía 16 años cuando se desvaneció en la Ciudad de Buenos Aires. Según relató su hermano menor, Javier, a Infobae, la madre de ambos, Irma Lima, conocida como “Pochi”, de 87 años, nunca dejó de esperar su regreso. “Al día de hoy, mi madre no quiere desinstalar el teléfono de línea y vive mirando la ventana”, confesó Javier, destacando la esperanza inquebrantable de su madre, quien “lo esperaba todo el día hasta la semana pasada”, cuando se confirmó la identidad de los restos.
La desaparición de Diego en 1984 fue inicialmente desestimada por la policía, que se negó a tomar la denuncia y caratuló el caso como una “fuga de hogar”, sugiriendo que el joven se había ido con una mujer. Sin embargo, la familia nunca aceptó esta versión. Juan Benigno “Tito”, padre de Diego, dedicó su vida a buscarlo, convencido de que su hijo había sido captado por una secta, específicamente la Iglesia de la Unificación (secta Moon), que en los años 80 fue señalada por casos de captación de jóvenes. Tito recorrió incansablemente las calles de Buenos Aires, repartiendo panfletos y siguiendo pistas, hasta que murió en un accidente de tránsito mientras buscaba a Diego en la zona de Galván y Congreso, precisamente donde años después aparecerían los restos de su hijo.
El hallazgo que desentrañó el misterio
El pasado 20 de mayo de 2025, obreros que trabajaban en una construcción en la calle Congreso al 3700, en Coghlan, descubrieron restos óseos humanos junto a objetos personales, incluyendo un reloj que databa la muerte posterior a 1992. El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) tomó el caso y, tras realizar una prueba de ADN con Irma Lima, confirmó que los restos pertenecían a Diego. La noticia cayó como un golpe para la familia, que había mantenido la esperanza de encontrarlo con vida.
Mariella Fumagalli, directora del EAAF, explicó a Infobae que el cuerpo presentaba “lesiones corto punzantes en la 4.ª costilla derecha y en algunas articulaciones”, compatibles con una “muerte violenta e intento de descuartizamiento”. Estas marcas sugieren que el joven fue víctima de un crimen brutal, posiblemente con la intención de ocultar el cuerpo.
Un sospechoso bajo la lupa
El principal sospechoso es Cristian Graf, de 58 años, quien vivía en el chalet donde se encontraron los restos y era amigo de Diego desde el preescolar. Ambos compartían curso en la Escuela Nacional de Educación Técnica (ENET) N° 36. La familia Graf residió en esa propiedad desde antes del crimen y nunca se mudó, lo que añade un elemento inquietante al caso. Javier aseguró que su familia desconocía a Graf, ya que la relación entre los adolescentes era estrictamente escolar. Sin embargo, el padre de Diego tenía una libreta con nombres relacionados con la desaparición, aunque no se sabe si Graf figuraba en ella.
El fiscal Martín López Perrando, a cargo de la investigación, convocó a declarar a los compañeros de secundaria de Diego, en busca de testimonios que puedan esclarecer los hechos. Sin embargo, debido a la prescripción de la causa por el paso del tiempo, el responsable del crimen no podrá ser sancionado judicialmente, incluso si se confirma su identidad.
El dolor de una madre y el legado de una lucha
La confirmación de la muerte de Diego fue un proceso devastador para su madre, Irma, quien recibió la noticia con la ayuda de su familia. “Le fuimos contando, así como pudimos. Sabe, pero no todo”, relató Javier, quien aún no asimila la magnitud de lo ocurrido: “Es una película, no caigo todavía”. La hermana mayor de Diego, Marcela, viajará desde el norte del país para acompañar a la familia en este momento de duelo.
A pesar del dolor, Javier Fernández Lima busca transformar esta tragedia en un legado. Inspirado en la “Ley Piazza”, que extendió los plazos de prescripción para casos de abuso sexual en la infancia, planea impulsar una “Ley Diego” para reformar los plazos de prescripción en casos de desapariciones. “Me encantaría que sirva a otros familiares de desaparecidos. Que la ley vaya con todo el peso, que paguen por el daño que hicieron”, afirmó.
Un cierre agridulce tras 41 años
El caso de Diego Fernández Lima expone las fallas de un sistema que, durante décadas, desoyó el clamor de una familia y desestimó una desaparición como un simple acto de rebeldía adolescente. Aunque la justicia penal no podrá actuar debido a la prescripción, el hallazgo de los restos brinda a la familia un cierre, aunque cargado de dolor. La historia de Diego, su madre que nunca dejó de esperar, y un padre que murió buscándolo, deja una huella imborrable y un llamado a que casos similares no queden en el olvido.