La otra pandemia, el cibercrimen
Publicado: 24-08-2023
Nunca quedó tan claro; le enseñamos a nuestros hijos a comer, a ir al baño, a andar en bici y un día les dimos un celular…
Las legislaciones relajadas y obsoletas, y la capacidad investigativa escasa, sumado a la crisis económica y altos índices de pobreza, hicieron de las plataformas online el vuelco masivo en que se ha reconvertido la vida cotidiana: un mix entre lo tangible y lo digital. Todo ello en conjunto ha provocado una sobreexposición y la facilitación de acceso a las víctimas por parte de los delincuentes, agresores y depredadores. La falta de educación e información resultan claves en este análisis independientemente de que cuando se produce un incidente los damnificados ni siquiera saben a dónde ni a quién acudir.
En el marco del Día de las Infancias, es necesario hablar de la hipocresía que nos rodea y atraviesa: a nadie le interesa preservar la integridad moral, mental y física de nuestros menores. Solo aquellos que han sido víctimas de acoso y abuso saben de la necesidad de empatía que miles de niños demandan desde la soledad de sus pantallas y el silencio que los embarga a la hora de dirimir si son “las víctimas” o son “los responsables y culpables”.
En un país y una sociedad en crisis desde hace décadas, esta claro que la prioridad de nuestros dirigentes y las demandas de las personas de a pie pasan por otro eje. Hipotecar el futuro de nuestros niños es hipotecarlo todo.
El cambio de paradigma es auto explicativo, las amenazas y hostilidades tienen intención, producción y alcance global y penetran en todos los estamentos de nuestra convivencia digital utilizando nuestro celular como vector de agresión. Nuestros menores duermen con su dispositivo móvil, en lugar de chupete, todos los smartphones disponen de cámara de fotos y video, cada vez más, el material que comercializan las bandas de pedófilos es, por vía de la manipulación, autoproducido por menores en un entorno hogareño.
El espectro de amenazas oscila entre el acoso escolar, el sextortion, el grooming en plataformas de juegos hasta el impresionante crecimiento del negocio pedófilo, impulsado por la adicción a la pantalla, la ausencia de controles y el desinterés por detenerlo. El amparo del anonimato en internet es catalizador del aumento de la exposición y el daño infringido por agresores.
El mundo digital se ha convertido en un campo activo para la industria del abuso de menores y la pedofilia, que crece sin conocer realmente su dimensión. Proliferan y reciclan delitos del tipo sexual-digital cada vez más efectivos. Nuevos formatos de engaño y agresión se pronuncian en redes sociales y servicios de mensajería instantánea: Cyberbullying, Cyberflashing, Upskirting, etc. La lista es interminable y la dependencia de los menores de la pantalla cada vez mayor; 1 de cada 4 niños pasa más de 6 horas por día conectado a internet.

Especialmente en capas de pre-adolecentes y adolecentes para los que lo digital es como el aire que respiran, prácticas como el sexting son cada vez más frecuentes y normales, con consecuencias que salen de su control. Los menores acceden muy tempranamente a imágenes pornográficas, estimulados por bandas de abusadores y pedófilos que operan en TikTok, quienes también naturalizan la generación de contenido para adultos en apps como OnlyFans.
Las plataformas online se utilizan cada vez más para desplegar actividades de acoso, incluyendo comportamientos como el monitoreo de perfiles de redes sociales o correos electrónicos, que tienen como consecuencia la distribución de fotos o videos íntimos sin consentimiento, usar localizadores GPS o software espía con el propósito de hostigar a las víctimas. Facebook, Instagram, TikTok Twitter, ahora X, se utilizan cada vez más para acosar. Lamentablemente nos encontramos que solamente 1 de cada 10 menores se anima a denunciar situaciones incómodas en el ámbito digital.
El ciclo de la industria pedófila incluye tres procesos de negocios; producción, comercialización y distribución. Los proveedores de imágenes de abuso sexual infantil ya no se esconden en la dark web. Procuran y consiguen mantener el anonimato usando códigos secretos para no ser identificados.
En las redes sociales no se trata de letras tipeadas por error, por ejemplo: “GNOC” es un acrónimo sexual que se utiliza para acosar a niños y adolescentes, sobre todo por parte de otros menores, para no ser descubiertos si la conversación es interceptada por una persona mayor. Estas abreviaturas son utilizadas entre las nuevas generaciones en las plataformas digitales para incitar al consumo de drogas o el acoso escolar.