Viernes 14 de Febrero de 2025

EL OBISPADO DE QUILMES INDEMNIZARA A UN JOVEN ABUSADO POR UN CURA DE SU DIOCESIS

Publicado: 29-04-2013

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En un fallo histórico, el Obispado de Quilmes deberá pagar una indemnización como responsable de los actos de pedofilia que cometió un cura de su diócesis, según confirmó la Cámara de Apelaciones.
«Estoy feliz. Esto es lo que buscábamos: Justicia», dijo Beatriz Varela, la madre del joven, que fue abusado cuando tenía 14 años, y que hace diez años batalla para que el caso no quede impune.
En la actualidad, con 25 años, el muchacho, que siempre fue presentado como Marcos para proteger su identidad, decidió romper el silencio y aceptó hablar sobre aquel episodio que marcó su vida y cuestionó duramente la actitud que asumió el Obispado para encubrir al sacerdote abusador.
El Arzobispado de Quilmes deberá indemnizar a un joven y a su madre que señaló que «la Iglesia ya no se va a poder mover con la misma impunidad».
«Nos querían mostrar como mentirosos. Al no tener pruebas contra nosotros buscaron gente que hablara mal de la moral de mi mamá, para silenciarnos. Este fallo me da mucha tranquilidad y consuelo. Me alegra que pueda servir para que otras víctimas sepan que la Iglesia no se va a poder manejar con la misma impunidad» frente a casos de pedofilia, dijo Gabriel -su verdadero nombre de pila
El fallo acaba de ser dictado por la Sala Segunda de la Cámara de Apelaciones de Quilmes, integrada por los jueces Eleazar Abel Reidel, Horacio Carlos Manzi y Julio Ernesto Cassanello, informó el abogado de la familia, Mauro Pagliuca. Ratifica una sentencia de primera instancia, de diciembre, del Juzgado Civil y Comercial Nº 2 de Quilmes, que condenó al Obispado de Quilmes a pagar una indemnización por daño moral (120 mil pesos) y para pagar el tratamiento psicoterapéutico (7.800 pesos) de Gabriel.
También le otorgó un resarcimiento a su madre, quien hace diez años viene batallando para que haya justicia por el abuso sexual perpetrado por el cura Rubén Pardo contra su hijo. La Justicia determinó un monto de 20 mil pesos por daño moral y 7.800 pesos en concepto de tratamiento psicoterapéutico. En total, el Obispado deberá desembolsar 155.600 más los intereses por diez años. Las partes tienen diez días a partir de la notificación para apelar.
El abuso sexual ocurrió en la madrugada del 15 de agosto de 2002. El religioso reconoció los hechos ante el entonces obispo de Quilmes, Luis Stockler, pero el purpurado apenas le aplicó una «amonestación canónica» por la violación del sexto mandamiento, que dice «no cometerás actos impuros» y luego fue trasladado a otras diócesis, donde se le dio refugio, sin haber sido nunca expulsado de la Iglesia, hasta que murió de sida el 10 de junio de 2005.
Para Gabriel fue una noche de terror. Según denunció luego ante la UFI 8 especializada en delitos sexuales del departamento judicial de Quilmes, una vez en la Casa de Formación, cuando ya estaba en el dormitorio del clérigo, Pardo lo invitó a su cama, a lo cual él accedió inocentemente. Pensó que se trataba de un gesto paternal. Pero el religioso abusó sexualmente de él. «Sabía que me estaba violando, pero no podía pensar en qué podía hacer para evitarlo, porque tenía mucho miedo y estaba shockeado», relató el adolescente ante la Justicia.
Gabriel esperó a que Pardo se durmiera y buscó escaparse. Regresó a su casa saltando la medianera del fondo de la Casa de Formación que lindaba con el terreno de su hogar. «Entré llorando a mi casa, asustado, en crisis, y le conté lo que me había pasado a mi mamá. Me escapé cuando el tipo estaba dormido. No sé cómo saqué coraje para escaparme. Tenía mucho miedo. Ni podía pensar en ese momento», recordó. Pardo le había dicho que no le contara lo que sucedió a nadie. Gabriel dijo que no entendió por qué su mamá no quiso denunciarlo a la Policía inmediatamente. «Después entendí: confiaba en que la propia Iglesia lo castigara y le aplicara una pena coherente con lo que había hecho. La amonestación fue un chiste. Incluso lo trasladaron a la Vicaría de Flores y nos enteramos en ese momento de que estaba confesando a chicos en escuelas primarias. Cuando supe eso pensaba: ¿qué lógica aplican: abusó de un menor y lo ponen a confesar menores. Ahí fue cuando mi mamá se animó a hacer la denuncia. Yo estuve de acuerdo. Yo no quería que otros chicos pasaran por lo mismo. Para que se termine la impunidad, por eso acepté», concluyó.